Apertura do curso no Sistema Universitario Español

Majestad,

Sr. Ministro,

Sr. Presidente de la Xunta de Galicia,

Srs. Rectores y rectoras,

Autoridades,

Miembros de la comunidad universitaria,

Amigas y amigos todos:


Ya con los alumnos y alumnas en las aulas, la Universidad de A Coruña tiene el honor de ejercer de anfitriona y acoger el solemne acto simbólico de apertura del curso 2019-2020 en el sistema universitario español.

Nos complace que esta primera visita del jefe del Estado a nuestra universidad coincida con nuestro trigésimo aniversario y contar con la compañía de autoridades, de representantes de entidades e instituciones y de los máximos responsables de un buen número de campus españoles.

Permítanme que, en primer lugar, felicite a la profesora Amparo Alonso, catedrática de la Facultad de Informática y presidenta de la Asociación Española de Inteligencia Artificial, por la magnífica lección sobre esta materia, tan compleja como fascinante y puntera, con la que ha abierto este acto. Muchas gracias, Amparo.

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La Universidad de A Coruña, creada por el Parlamento de Galicia en el verano de 1989, pertenece a la generación de campus públicos españoles nacidos al amparo de la Ley de Reforma Universitaria de 1983.

Somos una de esas universidades públicas que han contribuido, de manera fundamental, a facilitar el ejercicio del derecho a la educación superior de los españoles, con todo lo que eso implica para la elevación del nivel cultural y profesional general, para la cohesión y equidad social y, en definitiva, para el progreso social, económico y cultural de España en las tres últimas décadas.

En los centros de la Universidad de A Coruña en esta ciudad y en Ferrol trabajan más de 2.200 personas (de las que 1.400 son personal docente e investigador) y cursan estudios, en los distintos niveles de grado, máster o doctorado, más de 17.000 alumnos y alumnas.

La savia de nuestras aulas se renueva cada año con la llegada de más de cinco mil jóvenes, ilusionados con el objetivo de completar alguno de los 39 grados o de los 56 másters oficiales que impartimos en la actualidad.

Con el nacimiento de la Universidad de  A Coruña se estableció en el norte de Galicia y de España un nuevo centro de cultivo y difusión del saber y de la investigación científica. Un motor estratégico para el desarrollo local y regional, estratégico también para la innovación en colaboración con las administraciones públicas y con las empresas.

A lo largo de estos 30 años hemos crecido y consolidado nuestra oferta académica y nuestra capacidad científica y hemos multiplicado la  transferencia de resultados a nuestro entorno socioeconómico.

Hemos encarado los cambios y en las exigencias de los nuevos tiempos como oportunidades para perfilar nuestra identidad  y dar relevantes pasos adelante. Pasos como los que ahora nos ocupan al afrontar, de forma simultánea, los procesos de especialización y de internacionalización de nuestro campus.

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El rol central de las universidades está llamado a incrementarse de forma progresiva en los próximos años.

Este curso comenzará una década en la que el posicionamiento estratégico de las universidades españolas será cada día más decisivo. Más decisivo y más necesario en un mundo también cada día más globalizado e inmerso en un progresivo cambio de modelo económico.

Las universidades están en disposición de afrontar esos cambios profundos que se nos demandan. De hecho ya lo vienen haciendo, demostrando que los españoles disponemos de un buen sistema universitario. Unos buenos campus, de los que sale alumnado bien preparado. Unos buenos campus, que son los principales centros de investigación científica del país.

Recordemos que, pese a lo engañosos que pueden resultar las comparaciones entre universidades con muy acusadas diferencias de financiación, los ránkings internacionales más prestigiosos sitúan más de la mitad de las universidades españolas y el 75% de las públicas entre las mil mejores del mundo.

Pero, para encarar los retos de la década que llega, necesitamos revisar a fondo el marco legal. Necesitamos una nueva legislación estatal que garantice una financiación estable y suficiente. Una nueva regulación para facilitar a las universidades la autonomía necesaria para el desempeño de sus funciones académicas y científicas y de su papel reforzado en el sistema de I+D+i español, sin los corsés burocráticos que minan su competitividad y su eficiencia.

Urge que nos dotemos de los instrumentos legales y los recursos económicos adecuados para evitar la fuga del talento que nosotros mismos formamos  y ser capaces de atraer el que se genera fuera del país. Nos alegramos (y lo agradecemos) de poder contar con colaboración privada en programas como el Intalent  de la Universidad de A Coruña para generar, retener, recuperar y captar talento investigador, pero precisamos autonomía y apoyo de las administraciones públicas para desarrollar más programas propios de captación.

Vivimos una época de cambios sociales y económicos profundos, generados, a ritmo vertiginoso, por factores tan determinantes como los espectaculares avances tecnológicos que nos sorprenden casi cada día.

Hasta tal punto es así, que la adaptación al cambio se ha convertido en una de las mayores fortalezas individuales y colectivas en cualquier ámbito de la vida. También, desde luego, en las universidades, obligadas como nadie a leer con rigor los nuevos procesos y los nuevos retos sin caer en las trampas de modas e iniciativas efectistas o cortoplacistas.

Nuestras misiones están claras, al igual que nuestro compromiso presente y futuro, en línea con la agenda renovada que la Unión Europea promueve en las universidades del continente.

Concordamos con esa agenda y con el principio de que sin sistemas de educación superior bien conectados con sus sociedades y eficaces en la enseñanza, en la investigación  y en la innovación, se debilita el pilar de los derechos sociales en el proyecto europeo. Y, si algo precisa el proyecto europeo en el actual contexto político, es precisamente reforzar sus cimientos.

También es fácil constatar una realidad indeseada: las universidades españolas afrontamos la nueva década en manifiesta inferioridad de condiciones.

Los ajustes y los recortes aplicados durante la crisis nos han dejado en el casillero de salida con 10.000 millones menos de financiación.  Semejante merma afecta muy gravemente a nuestra financiación (estructural sobre todo) y lastra el enorme potencial de los campus.

Tras el duro esfuerzo de racionalización que hicimos las universidades en los peores momentos de la crisis, corresponde ahora encarar la recuperación del terreno perdido. Toca establecer un marco presupuestario suficiente y a la altura del carácter estratégico que se le atribuye a nuestra función académica y científica.

Es francamente iluso pensar que esa recuperación se puede encarar a golpe solo de voluntarismo. Así lo deben entender los poderes públicos.

Europa se había marcado como objetivo para la década que se cierra alcanzar una inversión del 3% del PIB en I+D+i. En España, con un 1,20%, estábamos trabajando con la media europea (el 2,07%) como referencia.

Queda bien lejos la meta. Después de seis años descendiendo, sólo hemos conseguido recuperar una centésima. Si la inversión en educación superior y en I+D+i es la base de la competitividad presente y futura de la economía española, hemos de obrar en consecuencia.

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Miles de estudiantes se han incorporado estos días a las aulas en las facultades y en las escuelas de nuestros campus.

Nuestras reflexiones al comenzar el curso deben llevar siempre el sello del compromiso con nuestro alumnado (y por tanto con la sociedad de la que forman parte): la responsabilidad de ofrecerles una formación de calidad y el compromiso en la búsqueda constante de la excelencia que caracteriza a las buenas universidades, que define a los buenos universitarios. No está de más recordarlo.

Ese compromiso pasa por avanzar en nuestro proceso de internacionalización; por actualizar permanentemente metodologías e instrumentos de aprendizaje; por ampliar la conexión con el entorno profesional y profesional a través de las prácticas; por garantizar las becas y las ayudas justas para que sea efectiva la igualdad de oportunidades; por ofrecer, en fin, un entorno de estudio y trabajo a la altura de las necesidades, de la ilusión y de las expectativas de los estudiantes.

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Arranca o curso 2019-2020 e eu désexolles a todas as comunidades universitarias que teñamos un bo ano académico.

Moitos aspectos das nosas obrigas coa sociedade, que tanto nos gusta definir como estratéxicas (porque, certamente, o son) van moito máis alá de indicadores obxectivables, de cifras, de créditos e de partidas orzamentarias.

O feito de que o paradigma tecnolóxico determine a centralidade universitaria na sala de máquinas da sociedade do século XXI debe reforzar a nosa obriga de lle procurar ao alumnado unha base sólida de formación intelectual, ademais da profesional.

 A sociedade mira para nós –sobre todo en tempos de mudanza e cambio acelerados– como referentes non só académicos e científicos, senón tamén de valores humanísticos, sociais e culturais, que han impregnar o noso quefacer cotiá.

Os valores propios dunha sociedade aberta e avanzada, como o compromiso co desenvolvemento sustentable, coa cohesión social, coa igualdade de oportunidades, coa integración ou contra a violencia de xénero e calquera tipo de discriminación.

Valores, igualmente, como a promoción da nosa cultura e da nosa lingua, a vella lingua galega en que remato esta miña intervención. A lingua oficial da Universidade da Coruña que define a nosa personalidade e o noso carácter, que nos abre ao mundo e que vincula a Galicia e a España cunha ampla comunidade cultural alén das nosas fronteiras.

Máis nada. Moitas grazas a todas e a todos por compartir hoxe con nós, no noso Paraninfo, esta xornada especial. 

 

A Coruña, 30 de setembro de 2019