08/03/2024
Empecé a ver Mad Men (AMC, 2007-15) después de leer una entrevista a Nuria Espert en la que se declaraba fan de la serie. Esto despertó mi curiosidad. Nuria Espert es la voz en off de La Edad de la Inocencia de Martin Scorsese, una película deliciosa a pesar de que la romantizada mirada del director -especialmente sobre Newland Archer- edulcora la novela de Edith Wharton. Las protagonistas femeninas de Wharton -incluida la condesa Olenska- intentan eludir los corsés sociales que limitan sus deseos. Lo que me devuelve a la premiada serie del creador de Los Soprano, Mathew Weiner, y más concretamente a Betty, esposa de Don Draper, el exitoso publicista de Madison Avenue alrededor del cual gira Mad Men. Betty es joven y excepcionalmente guapa, un poco al estilo de las glamurosas, elegantes y gélidas rubias de Hitchcock. Vive en una casa a las afueras de Nueva York donde cuida de sus dos hijos y cada noche espera la llegada de su marido mientras llena el cenicero de la cocina de colillas. Podría considerarse que tiene una vida privilegiada, según los estándares de los años sesenta, pero desde el principio percibimos que hay algo que no funciona en ella. Betty es un personaje distante, su aparente perfección se empaña con una rigidez derivada de una mal contenida frustración. Una noche en que su marido vuelve tarde a casa, Betty le confiesa en un escalofriante monólogo que lo único que da sentido a su vida es recibirlo cada noche. Tiene síntomas físicos, las manos se le duermen y acude a un psiquiatra por algo que todavía a principios de los sesenta se diagnosticaba como histeria, nombre que tiene su origen en la palabra griega para útero, hystera, y que consiste, básicamente, en somatizar una situación de estrés continuado.
Lo que le pasaba a Betty lo explicó muy bien otra Betty en el libro anglosajón más influyente del feminismo en la década en que transcurre la serie: La mística de la femineidad (1963). Betty Friedan dedicó su libro a demostrar cómo la imagen de la mujer ideal sostenida por la cultura estadounidense en los años cincuenta -después del interludio que supuso la activa participación social y laboral de las mujeres durante la guerra-, proyectada por la publicidad y las revistas femeninas, era fuente de un “malestar que no tenía nombre” profundamente dañino para la salud de las mujeres. Tras realizar una encuesta entre sus antiguas compañeras del Smith College en 1957, la mayoría madres y amas de casa suburbanas como Betty Draper, Friedan descubre que muchas se sentían infelices y oprimidas por un modelo, según el cual, lo “esencialmente femenino” que debían encarnar era incompatible con la vida profesional.
Mathew Weiner no da puntada sin hilo, y Mad Men está magníficamente documentada hasta en sus detalles más pequeños, por lo que cuesta creer que la coincidencia en los nombres de ambas mujeres no sea intencionado. Las buenas series, como el buen cine, las buenas obras de arte, y las personas interesantes, son ricas en lecturas. Habrá personas que admiren en Mad Men el diseño de producción, la calidad de las interpretaciones, o cómo refleja los importantes cambios sociales de los años sesenta, entre ellos, los avances de la llamada segunda ola del feminismo. Es difícil no ver en la Betty de las primeras temporadas de la serie el “malestar sin nombre” de las mujeres que retrata Friedan. Su frustración se expresa de un modo patológico. Una de las escenas más potentes que ilustran la tensión del personaje, al tiempo que anuncia su liberación, es el momento en que Betty sale de su casa en camisón sujetando con firmeza un rifle con el que dispara a las palomas de su vecino. Con esta imagen del “ángel del hogar” armado, Weiner se carga la mística de la femineidad. A Betty Friedan le habría encantado este momento, y quizá, como la Espert y como yo, también se habría enganchado a la serie.
Para saber un poco más:
Friedan, Betty. La mística de la feminidad. Madrid: Cátedra, 2015.
Irwin, William, Carveth, Rod, South, James B (ed.). Mad Men and Philosophy: Nothing Is as It Seems. New Jersey: Blackwell Philosophy and Pop Culture Series, 2010.