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Siendo un pilar fundamental en el tratamiento de los asuntos derivados de la ausencia de habitabilidad básica el aspecto cognitivo o intelectual, éste se presenta insuficiente si no va acompañado de su dimensión ética. La adquisición de una actitud de solidaridad bien entendida requiere de un cambio en el comportamiento individual y colectivo que nos recuerde que nuestras decisiones afectan a nuestras vidas y también a las de los demás. Los ciudadanos tenemos poder y capacidad para influir en el desarrollo solidario de este mundo y hemos de usarlo con la responsabilidad que exige una sociedad global.
Generar una conciencia crítica resulta imprescindible en la labor de formación de una persona responsable y activa, comprometida con la solidaridad y la corresponsabilidad. La formación integral que ha de fomentar el ámbito universitario no puede dejar de lado este aspecto ético de un profesional integrado en una sociedad que le ha de reclamar una acción participativa en la atención de esas demandas y necesidades de un mundo en el que la frontera norte-sur debe desaparecer.
Facilitar la comprensión de las relaciones que existen entre nuestras vidas y las de otras sociedades, aumentar el conocimiento de esas realidades, que no están tan alejadas, resulta una vía imprescindible para fomentar la participación en las necesarias propuestas de cambio y nuevas estrategias que requiere el problema del desarrollo humano y el derecho al hábitat.
Esta labor de sensibilización del profesional en formación y de la sociedad en que se inserta su labor tiene cabida en las referencias Académica y de Difusión, en donde se alojan contenidos referidos al conocimiento de las realidades que han de profundizar en el desarrollo de esas actitudes y destrezas de transformación.
Imagen por John Morgan