Este estudio traza el debate sobre los valores relativos del estudio del latín y el del castellano en Chile durante el siglo XIX. Promovido por el conservador Andrés Bello (1831, 1834), el estudio del latín se consideraba como elemento esencial del curso de estudios en la escuela secundaria durante la primera mitad del siglo. Los ataques de este período, como el de José Miguel Infante (1834), tenían un tono político al interpretar el estudio clásico como síntoma de un autoritarismo dañino. Después de la contestación de Bello a Infante (1834), y durante un período de "codificación conservadora" que correspondía a la formación de la Universidad de Chile (1843), las lenguas clásicas mantuvieron su lugar de predominio en el curso de estudios, siendo necesarias en particular para la investigación de la literatura, de los estudios eclesiásticos y del derecho de base romana.
La propagación de la enseñanza elemental y un fuerte sentido de nacionalismo crearon un ambiente de cambio durante los años 50. Domingo F. Sarmiento y Gregorio V. Amunátegui (1857) vieron la enseñanza como vehículo para la formación de ciudadanos: el latín, según ellos, no servía para prepararlos. En los años 60, decenio de la muerte de Bello y del influjo de estudiosos extranjeros anti-clásicos como H. Spencer y A. Bain, la polémica llegó a la atención de la Universidad de Chile (Vicuña Mackenna 1863, 1865; Larraín Gandarillas 1863; Barros Arana y Lobeck 1865). La polémica entre Vicuña y Larraín resume el estado de la cuestión, éste con argumentos elitistas y aquél con una crítica según la cual los seis años de latín exigidos en el Instituto Nacional representaban "la historia del martirologio de la inteligencia en Chile" (1865). En 1871 se redujo a tres el número de años de estudio en el Instituto Nacional y en 1876 se les dio a los estudiantes la opción entre el latín o una lengua viva.
Uno de los estudios más detallados e importantes en que se debatía la relevancia del estudio del latín fue el de Miguel Luis Amunátegui, "Lo que algunos esclarecidos ingenios españoles han pensado acerca del latín" (edición de 1897). En busca de argumentos en contra del estudio clásico obligatorio, Amunátegui vuelve a los escritores españoles del Renacimiento y del Siglo de Oro (Pedro Simón Abril, Malón de Chaide, fray Luis de León, Morales, Lope de Vega). Sin embargo, los argumentos ofrecidos por los españoles eran más bien elogios del castellano que ataques al estudio del latín (aunque favorecían el uso de la lengua vulgar en la redacción de textos escolares y el estudio de la lengua patria). Es por eso que Solar Correa, en su libro La muerte del humanismo en Chile (1934), critica a M. L. Amunátegui por haberle quitado el contexto cultural e histórico a la obra de los peninsulares. Es decir, Solar Correa, pasando por alto el fuerte nacionalismo que apoya ambos movimientos, cree que Amunátegui viola el principio de "contextualización" tal como ha sido formalizado por K. Koerner (1995).
Para algunos, el estudio del latín era una "gimnasia mental" que no sólo clarificaba una literatura valiosa, sino que también tenía ventajas en la adquisición de otros idiomas y permitía la lectura de un enorme cuerpo escolástico en su lengua original. Otros mantenían que el latín estorbaba el progreso intelectual y social, que su estudio rara vez produjo un dominio adecuado de la lengua, que la "etimología" (en los varios sentidos descritos por Koerner 1995) era un ejercicio poco práctico para el uso de las lenguas modernas y que las traducciones de las obras clásicas eran suficientes. Irónicamente, por sus traducciones y sus otros escritos el mismo Bello había reducido la necesidad del estudio del latín (M L. Amunátegui 1966 [1893-1896]). Los argumentos sobre la utilidad del latín no han cambiado mucho, según una investigación de opiniones más recientes de Inglaterra y en la América del Norte (West 1917, Shorey 1971, Eliot 1917, Beman 1921, Kelsey 1928, Sabin 1934, Parker 1964, Latimer 1973, Masciantonio 1977, Burns y O'Connor 1987). Esta polémica - más en evidencia durante períodos de renovación social y de guerra- ilumina la historia del estudio de las lenguas y las interpretaciones del propósito de la enseñanza en la cultura.
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